⚠️ Nota editorial:
Esta carta pertenece a uno de nuestros lectores.
Su contenido no representa nuestra opinión ni debe considerarse de nuestra autoría.
🚫 El siguiente texto no constituye un consejo profesional.
💬 Le invitamos a leer con criterio reflexivo.
📩 Cuando el amor se convierte en silencio
Hoy me animo a escribirles, no por tener palabras claras, sino precisamente porque me faltan. Porque el silencio que ha quedado tras su partida pesa más que cualquier frase bien construida.
El desamor, me doy cuenta, no ocurre de un día para otro. Es un proceso casi invisible, como la erosión que desgasta la roca sin que uno lo note hasta que el vacío es inevitable. Y, sin embargo, ahí estamos: mirándonos como extraños, compartiendo un espacio que antes fue refugio y que hoy es un eco constante.
Recuerdo los primeros días, cuando cada conversación fluía como un río, cuando el simple roce de sus dedos encendía el mundo entero. Pero con el tiempo las palabras se hicieron menos, las miradas más esquivas. Y lo peor no fue la discusión, sino la indiferencia. Porque uno puede luchar contra la rabia, pero ¿cómo se enfrenta al vacío?
He pasado noches enteras preguntándome en qué momento dejamos de encontrarnos. Qué grieta creció sin que la viéramos. Y aunque las respuestas tal vez nunca lleguen, me queda la certeza amarga de que el amor, si no se cuida, muere sin estruendo, en un lento apagarse de la luz.
Hoy escribo para soltar, para intentar que estas líneas lleven parte de este duelo que no se ve, que muchos vivimos en silencio. A quienes están en este mismo proceso, solo les diría: permítanse sentirlo todo. No hay vergüenza en llorar un amor perdido, ni en reconocer que también fuimos parte del adiós.
Gracias por este espacio. Quizá mañana el peso sea menor.
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