⚠️ Nota editorial: Esta carta pertenece a uno de nuestros lectores.
Su contenido no representa nuestra opinión ni debe considerarse de nuestra autoría.

🚫 El siguiente texto no constituye un consejo profesional.
💬 Le invitamos a leer con criterio reflexivo.


📩 Cuando el cuerpo se quiebra, el alma despierta

Fui una persona sana durante la mayor parte de mi vida. No sabía lo que era despertarse con dolor, ni tener miedo de mi propio cuerpo. Todo cambió hace poco más de un año, cuando me diagnosticaron una enfermedad autoinmune que, sin avisar, alteró para siempre mis ritmos, mi energía y mi forma de estar en el mundo.

Al principio lo negué. Luego vino la rabia, el cansancio, las citas médicas interminables, los efectos secundarios, la frustración de depender de otros para cosas que antes hacía sin pensarlo. Sentí que perdía el control, que me volvía una sombra de lo que había sido.

Pero algo ocurrió en medio de ese derrumbe: comencé a mirar hacia adentro.

Descubrí una fuerza que no sabía que tenía. Una paciencia que jamás me había exigido. Empecé a vivir con más conciencia, a celebrar lo pequeño, a priorizar lo que realmente importa. La enfermedad no me hizo mejor persona, pero me obligó a dejar de correr. Me enseñó a estar.

Sé que habrá días difíciles. Que lo que tengo no se cura con fe ni con recetas mágicas. Pero también sé que no soy solo un diagnóstico. Soy la historia que decido escribir desde este cuerpo imperfecto que sigue, pese a todo, sosteniéndome.

Gracias por permitirnos contar estas cosas que muchas veces se esconden detrás de una sonrisa cansada.


✉️ ¿Tiene algo que desea compartir?

Si desea que su reflexión, testimonio o pensamiento sea considerado para su publicación en esta sección, envíelo al siguiente correo electrónico: [email protected]