
El inicio
Existe en toda persona sensible una necesidad irrenunciable: la de comprender. Comprenderse, comprender a los demás, comprender la vida misma con sus luces, sus repliegues y sus contradicciones. En el fondo de esa búsqueda —lenta, personal, a veces silenciosa— suele nacer también el impulso de escribir. No para imponer verdades, sino para esbozar preguntas, para dar forma a pensamientos que, de no ser escritos, correrían el riesgo de desvanecerse en el torbellino de lo cotidiano. ...