“Solo doy consejos cuando me los piden.” Esta afirmación, convertida en mantra moderno de supuesta sabiduría emocional, expresa una verdad parcial: la importancia de respetar la autonomía del otro. Pero ¿es siempre lo más ético guardar silencio? ¿Es correcto callar cuando intuimos que una palabra oportuna podría evitar dolor, pérdida o arrepentimiento?

Esta entrada se propone cuestionar el dogma del consejo exclusivamente solicitado. No para promover la intromisión, sino para explorar el arte de aconsejar con empatía, sin imposición ni indiferencia, reconociendo que, a veces, la ausencia de palabra también puede ser una forma de descuido emocional.


La ética del silencio: ¿respeto o evasión?

Callar puede ser un acto de respeto. Pero también puede ser una forma de desentenderse. Porque no todo silencio es prudente. No toda omisión es sabia. Y no toda palabra no pedida es una invasión.

  • Si alguien se dirige hacia una situación que usted conoce como riesgosa, ¿no es un acto de cuidado compartir lo que sabe?
  • Si observa a alguien repetir un error que usted ya vivió, ¿no es humano tenderle un puente de experiencia?

La diferencia está en el cómo, no en el hecho de hablar.

“Aconsejar no es mandar, como callar no siempre es respetar. El arte está en saber cuándo la palabra es semilla y cuándo es peso.”
— DesdeLaSombra


¿Por qué se ha demonizado el consejo no pedido?

Vivimos en una época hipersensible a los límites personales. Y esto es comprensible: muchas personas han sido invadidas, juzgadas o corregidas desde lugares de superioridad moral. En ese contexto, la frase “no pedí tu opinión” se convierte en escudo, en frontera protectora.

Pero el péndulo puede ir demasiado lejos: de evitar la imposición, se pasa a evitar todo gesto de cuidado que implique intervención. Se confunde libertad con aislamiento. Y así, quien observa en silencio, se siente virtuoso por no “entrometerse”, cuando en realidad tal vez está eligiendo no arriesgarse a ser rechazado por el otro.


¿Cuándo puede ser ético ofrecer un consejo sin que se pida?

1. Cuando se ofrece desde la humildad y la experiencia

Un consejo no impuesto, ofrecido como opción, como relato vivido, puede ser recibido como regalo, no como juicio.

2. Cuando la omisión implicaría permitir un daño evitable

Ver y callar, sabiendo que se podría haber prevenido algo importante, puede generar luego culpa o reproche legítimo.

3. Cuando existe vínculo y confianza previa

Entre personas que se respetan, un consejo puede ser un acto de ternura. De hecho, la ausencia de palabra puede vivirse como falta de interés.

4. Cuando se hace sin expectativas

Un verdadero consejo no busca ser obedecido, solo compartido. Se entrega con apertura a ser ignorado, sin resentimiento.

“Quien aconseja desde el afecto ofrece una lámpara, no un camino obligatorio.”
— DesdeLaSombra


Cómo aconsejar sin invadir

  • Preguntar antes de ofrecer: “¿Le puedo compartir algo que viví en una situación parecida?”
  • Usar la primera persona: “Cuando yo pasé por algo similar, me ayudó…”
  • Evitar el tono de verdad única: “Quizás esto no le sirva, pero lo dejo por si aporta algo.”
  • Aceptar la libertad del otro: No insistir. No demandar. No dramatizar el rechazo.

El consejo no pedido solo se convierte en problema cuando se transforma en presión, en juicio o en necesidad de validación por parte de quien lo da.


El silencio como forma de indiferencia

A veces, no decir nada no es respetar el espacio del otro, sino proteger el propio: evitar la incomodidad de ser malinterpretado, la angustia de no saber cómo decirlo, o el miedo a que nuestra palabra no sea bienvenida.

Pero la vida está llena de momentos donde lo que se necesita no es una opinión técnica ni un diagnóstico perfecto, sino simplemente alguien que se atreva a mirar con ternura y diga: “quizás esto te sirva”.

“El consejo no pedido, cuando nace del afecto y no del ego, puede ser más valioso que la palabra solicitada por protocolo.”
— DesdeLaSombra


Conclusión

La clave no es silenciarse ni hablar sin medida. La clave está en reconocer desde dónde hablamos y para qué. ¿Aconsejamos para ser escuchados o para ayudar? ¿Callamos por respeto o por comodidad?

Ofrecer un consejo no pedido puede ser un acto de arrogancia. Pero también puede ser una forma madura de responsabilidad empática.

Porque hay silencios que cuidan, y hay silencios que abandonan. Y saber la diferencia es lo que distingue al sabio del indiferente.


Referencias

  • Rogers, C. (1961). On Becoming a Person: A Therapist’s View of Psychotherapy. Houghton Mifflin Harcourt.
  • Nussbaum, M. C. (2001). Upheavals of Thought: The Intelligence of Emotions. Cambridge University Press.
  • Fromm, E. (1956). El arte de amar. Fondo de Cultura Económica.