“Escuchamos pero no juzgamos”. La frase circula como un mantra moderno en redes sociales, ilustrada con tipografías suaves, flores o emojis de corazón. Suena noble. Suena empática. Pero en la práctica, suele ser todo lo contrario: una excusa para aparentar tolerancia mientras se esconde una conducta constante de juicio precipitado y superficial.
La contradicción entre discurso y acción
Vivimos en una época donde se predica la escucha, pero se practica la interrupción. Donde se comparte el lema de la empatía, pero se viraliza la burla. En nombre del respeto, se condena. En nombre de la inclusión, se cancela. Esta incoherencia no es solo un problema moral, sino también comunicativo: bloquea el verdadero intercambio, sabotea la comprensión y nos deja atrapados en una farsa de corrección sin profundidad.
“Escuchar de verdad implica estar dispuesto a que el otro nos afecte, no solo a confirmar nuestras ideas.”
— DesdeLaSombra.
La cultura del juicio automático
En redes sociales, emitir una opinión se ha vuelto casi sinónimo de emitir un juicio. Y hacerlo rápido, sin contexto, sin matices. El juicio se ha convertido en una moneda emocional: se lanza para ganar aprobación, para mostrar virtud, para posicionarse. Pero rara vez se acompaña de un proceso reflexivo, de preguntas honestas o de escucha sostenida.
Las plataformas digitales, además, fomentan este comportamiento. El algoritmo premia lo emocional, lo inmediato, lo escandaloso. Escuchar no da likes. Matizar no se viraliza. Juzgar, en cambio, sí.
¿Escuchamos para comprender o para responder?
La escucha profunda exige humildad. Exige silenciar el impulso de opinar. Exige paciencia y apertura. Pero muchas veces, lo que llamamos “escucha” es simplemente una espera disfrazada hasta que llegue nuestro turno para hablar.
En redes, esta tendencia se agrava: los tiempos son cortos, la atención es frágil y la presión por posicionarse es constante. Así, el juicio se vuelve no solo inevitable, sino incentivado.
El juicio disfrazado de corrección moral
Una de las formas más peligrosas de esta cultura es el juicio que se disfraza de virtud. “Te juzgo porque me importa”, “te corrijo por tu bien”, “te cancelo porque promuevo la justicia”. Estas frases pueden tener buenas intenciones, pero muchas veces esconden un deseo de control, superioridad o revancha emocional.
El juicio ético requiere más que emociones intensas: requiere análisis, contexto, prudencia. No se trata de no juzgar nunca, sino de hacerlo con conciencia, responsabilidad y una verdadera voluntad de comprender.
Recuperar la escucha como acto de resistencia
En un mundo saturado de opiniones, recuperar la escucha se vuelve revolucionario. No escuchar para responder. No escuchar para contraatacar. Escuchar para comprender, para aprender, para acercarse sin el filtro constante del juicio.
Esto implica un ejercicio cotidiano de vigilancia interna. Preguntarnos: ¿por qué estoy opinando?, ¿qué emoción me impulsa a juzgar?, ¿tengo toda la información?, ¿puedo simplemente callar?
“Escuchar no es callar. Es hacer silencio por dentro.”
— DesdeLaSombra.
El juicio que sí construye
No se trata de prohibirse el juicio. Todo ser humano juzga. El problema no es el juicio en sí, sino su ligereza, su rapidez, su falta de fundamento. Un juicio que nace de la comprensión, del análisis y de la compasión no es condena: es discernimiento. Y la sociedad necesita discernimiento.
Lo que sobra no es el juicio, sino la arrogancia que lo convierte en arma. Lo que falta es la escucha que lo convierte en herramienta.
Conclusión: escuchar sin juzgar… de verdad
Decir “escuchamos pero no juzgamos” es fácil. Practicarlo, no tanto. Requiere coherencia, autocrítica, disposición a incomodarse. Pero también es una vía hacia una convivencia más digna, más profunda, más humana.
Escuchar no es una pose. Es una práctica. Una que se demuestra no con frases lindas, sino con gestos reales: preguntas en lugar de acusaciones, pausas en lugar de respuestas impulsivas, silencio respetuoso donde antes había condena automática.
Quien escucha de verdad, juzga menos. Y cuando lo hace, lo hace mejor.
Referencias
- Ramos, D. (2021). Comunicación consciente: escucha, empatía y conexión. Editorial Desclée de Brouwer.
- Sádaba, I. (2018). Ética del discurso en la era digital. Ediciones Cátedra.
- Goleman, D. (2016). El poder de la empatía. Editorial Kairós.
- Peña-Marín, C. (2017). Comunicación y verdad: desafíos de la esfera pública digital. Editorial Gedisa.