“Lo hizo porque quiso.” Esta frase, tan frecuente como simplista, encierra una de las trampas éticas más insidiosas de nuestra vida social: la tendencia a suponer que las acciones ajenas son siempre fruto de una voluntad plenamente consciente y libre. Ignorar el peso de los condicionamientos inconscientes, de los automatismos aprendidos y de los patrones conductuales que operan fuera del control deliberado, no solo es un error cognitivo, sino también una injusticia moral.

Este texto propone explorar las raíces de esta tendencia acusatoria, reflexionar sobre su impacto en las relaciones humanas y ofrecer claves para fomentar una mirada más comprensiva, ética y equilibrada hacia el comportamiento de los demás.


Entre la libertad y el condicionamiento: una tensión eterna

Desde la antigüedad, los pensadores han debatido el grado de libertad del ser humano frente a las fuerzas que lo moldean. San Agustín hablaba del conflicto entre la voluntad y la concupiscencia; Freud reveló la vasta influencia del inconsciente; la neurociencia actual sigue demostrando cuán automatizados son muchos de nuestros actos.

“El hombre puede hacer lo que quiere, pero no puede querer lo que quiere.”
— Arthur Schopenhauer

Esta afirmación encapsula el dilema ético: aunque cada uno es responsable de sus actos, esa responsabilidad debe ser matizada por la comprensión de que la libertad de querer no es absoluta.


La falsa acusación: raíz de conflictos y malentendidos

En la convivencia cotidiana, existe una tendencia a atribuir una intencionalidad consciente a todo comportamiento ajeno:

  • Un tono de voz cortante se interpreta como hostilidad deliberada.
  • Un olvido se percibe como desprecio calculado.
  • Una reacción defensiva se ve como agresión intencionada.

Esta atribución errónea genera conflictos innecesarios, erosiona la confianza y alimenta resentimientos. Como señala Daniel Kahneman en Pensar rápido, pensar despacio, nuestro sistema de pensamiento intuitivo tiende a crear narrativas explicativas simples, incluso cuando no hay evidencia suficiente para sostenerlas (Kahneman, 2011).


El impacto ético de juzgar sin matices

Atribuir responsabilidad total sin considerar los condicionamientos previos plantea serios problemas éticos:

  • Injusticia moral: Se culpabiliza a las personas por aspectos de su conducta que no dominan plenamente.
  • Obstáculo al cambio: Al etiquetar al otro como esencialmente culpable, se bloquea la posibilidad de evolución y mejora.
  • Deterioro relacional: La mirada rígida y acusatoria destruye la empatía y el diálogo.

Como recuerda Martha Nussbaum:

“La comprensión de la fragilidad humana es el fundamento de la ética.”
— Martha Nussbaum (2001)


Claves para una mirada más comprensiva

¿Cómo podemos cultivar una actitud más ética y comprensiva hacia el comportamiento ajeno? Algunas claves prácticas son:

  • Suspender el juicio rápido: Antes de atribuir intención, considerar la posibilidad de condicionamientos o automatismos.
  • Practicar la empatía cognitiva: Esforzarse por entender los factores que han modelado la conducta del otro.
  • Fomentar el diálogo: Preguntar en lugar de suponer; explorar las motivaciones reales a través de la conversación.
  • Aceptar la complejidad humana: Reconocer que todos actuamos a veces desde zonas oscuras de nuestro ser.
  • Promover el autocuidado ético: Al comprender que no todo es deliberado, se reduce la reactividad emocional y se cultiva la serenidad.

“Comprender no es justificar, pero sí humanizar.”
— DesdeLaSombra


Conclusión

Entre la atribución de culpa total y la negación de toda responsabilidad existe un espacio ético fecundo: el de la comprensión matizada. Reconocer la influencia de los condicionamientos no significa eximir de responsabilidad, sino ejercer un juicio más justo y humano.

Al cultivar esta mirada, no solo mejoramos nuestras relaciones y nuestra convivencia social; también abrimos caminos para el crecimiento y la transformación de aquellos —y de nosotros mismos— que aún luchan con los engranajes invisibles de su historia personal.

“Juzgar menos, comprender más: ese es el horizonte ético de toda convivencia auténtica.”
— DesdeLaSombra


Referencias

  • Kahneman, D. (2011). Pensar rápido, pensar despacio. Debate.
  • Nussbaum, M. C. (2001). Upheavals of Thought: The Intelligence of Emotions. Cambridge University Press.
  • Schopenhauer, A. (2000). El mundo como voluntad y representación. Alianza Editorial.