
Viajar no lo salvará: el espejismo de la huida geográfica
Cambiar de ciudad. Tomar un vuelo sin retorno. Renunciar a todo para empezar desde cero. Escenarios que, en algún momento, todos hemos fantaseado. Y en una época en que el viaje se ha romantizado como sinónimo de libertad, reinvención o iluminación, es necesario hacerse una pregunta incómoda: ¿Es posible huir realmente de uno mismo? Viajar tiene incontables virtudes. Amplía la mirada, rompe rutinas, conecta con lo diverso. Pero también puede convertirse en un refugio ilusorio. En una forma elegante —y costosa— de evitar el encuentro con lo que más teme: su propia sombra. ...