Entre las decisiones más trascendentales que una persona puede tomar está la de traer otra vida al mundo. Y sin embargo, esta decisión, que debería surgir desde la conciencia más plena, suele estar rodeada de automatismos, presiones culturales y expectativas heredadas.
¿Es un instinto? ¿Una obligación? ¿Una vocación? ¿Una imposición disfrazada de destino? Lo cierto es que hoy, más que nunca, la pregunta “¿tener hijos o no?” debe abrirse al análisis ético, emocional, ambiental y filosófico.
La maternidad/paternidad como mandato
Desde temprana edad, se nos inculca la idea de que formar una familia incluye, necesariamente, la reproducción. Quien no desea tener hijos es muchas veces tachado de egoísta, inmaduro o “incompleto”. Pero, ¿qué es más responsable: tener hijos por presión social o renunciar a ellos por convicción reflexiva?
“No todo deseo de tener un hijo nace del amor; a veces nace del miedo a estar solo, del mandato biológico o del deseo de cumplir un guion.” — Reflexión anónima
Razones legítimas para no tener hijos
- Motivos éticos: algunas personas optan por el antinatalismo, que considera inmoral traer a alguien a un mundo cargado de sufrimiento inherente (Benatar, 2006).
- Motivos ambientales: otros argumentan que cada nuevo ser humano agrava la crisis ecológica y climática.
- Motivos personales: hay quienes simplemente no sienten ese llamado, y su decisión es tan válida como la contraria.
No se trata de juzgar estas razones, sino de reconocer que todas son formas legítimas de construir un proyecto vital.
Maternidad/paternidad consciente
Quien sí desea tener hijos debería también detenerse a pensar: ¿Estoy preparado para acompañar, sostener, nutrir emocionalmente a otro ser humano durante décadas? ¿Deseo esto porque lo siento o porque “toca”? ¿Soy capaz de renunciar a partes de mi individualidad por otra vida?
Tener hijos no debería ser un “deber” biológico, sino una elección responsable, pensada, sentida y libre de automatismos.
El tabú de arrepentirse
Cada vez más personas hablan en voz baja —o en libros valientes— de lo que antes era impensable: el arrepentimiento por haber tenido hijos. No por no amarlos, sino por no haber medido las consecuencias, por haber cedido al mandato social, por haber perdido su propio rumbo en el camino.
Aceptar esta posibilidad no es antiparental, es humano. Es dar espacio a una experiencia que también existe y que necesita ser escuchada sin estigma.
¿Qué sentido tiene traer más vida?
Algunos responderán que la vida es un milagro. Otros dirán que no hay propósito superior a cuidar a otro ser humano. Y ambos puntos de vista son válidos, siempre que se sostengan en la libertad.
La vida no necesita justificar su existencia a través de la reproducción. Puede encontrar sentido en la creación, el pensamiento, la amistad, el arte, la comunidad. Tener hijos no es la única forma de dejar huella.
Conclusión
Tener o no tener hijos no debería definirse desde la biología ni desde el deber cultural, sino desde la honestidad profunda con uno mismo. Y sea cual sea la decisión, debe estar sostenida en la libertad, no en la culpa ni en la obediencia.
Decidir no tener hijos no es egoísmo. Tenerlos sin pensarlo sí podría serlo.
Referencias
Benatar, D. (2006). Better Never to Have Been: The Harm of Coming into Existence. Oxford University Press.
Laqueur, T. (2003). Solitary Sex: A Cultural History of Masturbation. Zone Books.
Donath, O. (2015). Regretting Motherhood: A Study. Amsterdam University Press.