
La expresión que incomoda: una defensa ética del histrionismo
Vivimos en una época que, a pesar de los discursos sobre autenticidad, sigue rindiendo culto a la mesura emocional. A quienes sienten mucho, se expresan con intensidad o habitan su cuerpo como si fuera una extensión del alma, se les mira con recelo. Bajo esta lógica, el histrionismo ha sido condenado como una exageración impropia, una teatralidad innecesaria o, peor aún, una señal de patología. Pero ¿y si el problema no está en quien se muestra, sino en quien no tolera lo mostrado? ¿Y si lo que se etiqueta como histriónico no es más que una forma legítima —a veces urgente— de existir, adaptarse o comunicar? ...