
No todo lo que duele es una enfermedad
Vivimos en una época en la que sentirse mal se ha vuelto sospechoso. Cualquier rastro de tristeza, angustia o vacío emocional es rápidamente etiquetado, diagnosticado y medicalizado. El malestar humano —antes comprendido como parte natural de la vida— hoy se interpreta como un problema que debe ser corregido cuanto antes. Y en esa prisa por borrar el dolor, olvidamos que también es un lenguaje que merece ser escuchado. Cuando el sufrimiento se convierte en síntoma clínico Frases como “debe ser depresión” o “necesita medicación” se repiten con frecuencia ante cualquier señal de incomodidad anímica. El llanto, la fatiga emocional o la pérdida de sentido vital ya no se entienden como parte del proceso humano, sino como errores bioquímicos a corregir con fármacos. Esta tendencia, que crece desde hace décadas, está impulsada por una conjunción de factores: la presión de la industria farmacéutica, la falta de tiempo en la atención médica y una cultura del rendimiento que no tolera la pausa ni el desborde emocional. ...